Poema XVII
Las
armas han hablado sobre el único tema que conocen.
Los
fusiles temblaron antes de dar la nota final de la obertura.
Así
cerró su trampa la condena.
La
presencia de espinas sedientas y temibles,
sepultaron
el milagro de un oráculo distinto.
No
pudimos amor.
Pena
y más pena sobre la inmensidad de los desiertos,
sobre
el desierto de los muertos,
sobre
los vivos que ha partir de entonces habitan el desierto.
Pena
y más pena, y una sola lágrima.
El
oro de la nada envenena los árboles
con
ecos del infierno meditado.
Las
farsas adquirieron transparencias siniestras
y
la rabia nació, como el amor más puro,
salvaje
y fiera.
Quien
quiera puede verla montar el viento norte por las tardes.
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