El Árbol
Cuando uno se
dirige a la frontera,
el viaje es una
parte del exilio.
Los ojos adheridos
al hueco de los ojos,
el polvo en los
zapatos y por los labios polvo,
y este viejo papel
de alguien que he perdido.
No pensar las
heridas, no risa nuestra,
no puñal ajeno.
Este ser sin lugar, sin pies,
sin suelo. Sentir y
hasta querer este destierro.
El hombre se
acostumbra a la tristeza.
Un árbol infinito
con ramas de tinieblas
ensombrece la
ausencia, la apacienta.
¿Dónde voy a
llorar, entre qué brazos?
Siempre es llorar
por uno,
este viajar en
sombras por la niebla.
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